sábado, 28 de septiembre de 2024

PASEANDO POR EL VIEJO MADRID (tercera parte). Chueca - Malasaña

En esta nueva entrada, continuaremos con nuestro particular periplo por aquel Madrid castizo de principios del Siglo XX, siguiendo la pista de los Carbonell, esta vez gracias a una anotación, que encontré al final de la hoja del Padrón Municipal de Madrid de 1910, la cual  nos va a llevar directamente al Barrio de Justicia, en el Distrito Centro de Madrid. Concretamente dicha nota nos remite a la Calle de Pelayo, situada en el actual barrio de Chueca. Con estas señas que os doy creo que los que conocéis un poco el centro de Madrid os podréis ubicar mejor. 

Dice la nota textualmente: "En 18 de Julio de 1916 se trasladaron a la calle Pelayo 56, 4º izquierda" - y después en fecha ilegible a la "Calle de Góngora" (actual Luis de Góngora),  sita en el mismo barrio. 

Y ¿qué sabemos de este nuevo barrio al que fueron a vivir nuestros Carbonell después de haber sido vecinos de Chamberí durante tantos años?  Pues la casualidad ha querido que os pueda contar bastantes cosas sobre su historia, ya que tengo escaneado desde hace años y gracias a la tía Marisa,  un artículo del periódico "El Liberal", publicado el 13 de Julio de 1894, que tiene como temática precisamente la historia,  y estado general del Barrio de Pelayo en aquellos años; y lleva como título:  "El vecindario de Madrid. Distrito del Hospicio. Barrio de Pelayo". 

El hecho de tener en mi poder este artículo y haberlo conservado ha resultado providencial: La prensa histórica es una magnífica herramienta para los historiadores, un verdadero tesoro por la gran cantidad de informaciones de primera mano que nos ofrece, una fuente documental de primer orden; y como es lógico no podía desaprovecharla para mostraros, en esta ocasión, el telón de fondo de aquel viejo Madrid. Aunque la fecha sea un poco anterior a la llegada de nuestra familia al barrio, sospecho que no debieron de cambiar mucho las cosas, y más o menos se lo encontraron como se describe en el artículo de "El Liberal". - Vamos al tema:
 
Primeramente ubiquémonos:  Este Barrio de Pelayo habría que ubicarlo en el actual Barrio de Malsaña incluyendo además varias calles aledañas como Gravina , San Mateo y Pelayo.  Se encontraba claramente en el eje Chueca - Malasaña. Entre ambas realidades socio-espaciales existe hoy, como ocurría ya antes, una vaga o difusa frontera de tal manera que de un barrio pasamos al otro sin apenas darnos cuenta, paseando tranquilamente. 
Os contaré lo que dice el susodicho artículo sobre este bullicioso barrio:

"Es el barrio de Pelayo un barrio relativamente moderno . No hace muchos años se abrió en la calle Gravina , satisfaciendo una necesidad sentida por todo el vecindario de aquel barrio antiguo, constituido por las calles de San Antón, Santa María La Vieja y la Calle de los Panaderos (...)". 

La apertura de la Calle Gravina  modificó para bien las condiciones de vida de los vecinos de estas abigarradas calles, hartos de la "incomodidad" que suponía la existencia de los numerosos callejones irregulares que había entonces por todo el barrio; de la inseguridad que de ello se derivaba, de la falta de limpieza y otras deficiencias que dificultaban la convivencia diaria. Tal apertura mejoró en parte la convivencia del vecindario de esta zona, si bien, todavía en esta época había muchas quejas por el poco hacer y la ineptitud del Ayuntamiento de Madrid.

Centrémonos ahora en la referida Calle Pelayo, a la que años más tarde fueron a vivir nuestros Carbonell Pardo. En esta popular calle sabemos que antiguamente se encontraba el Lazareto de San Antón, que sirvió tiempo atrás de Hospital durante una terrible epidemia que infectó a Madrid. Gran parte de esta calle todavía recordaba a épocas pasadas de precariedad, de miseria y "vida raquítica", no obstante no toda la calle presentaba ese aspecto ruinoso y cutre, tan solo la mitad. En el centro de la misma se observaban entonces muchas deficiencias urbanísticas, era quizás el área más degradada y ruinosa.

También se menciona en el artículo el célebre Mercado de San Antón, antes mercado callejero como otros tantos de Madrid. Plantea el autor del mismo la necesidad de construir un mercado hecho de hierro y de ubicación permanente, que contara con todas las ventajas de la modernidad, vamos, "un sueño" para  a aquellos pobres comerciantes y sus clientelas.
Se menciona la existencia de un hipotético proyecto de construcción, pero igualmente se expresa la absoluta desconfianza en la realización del mismo. El hastío del vecindario era constante y la desidia por parte del Ayuntamiento igual. A todo esto el vecindario reclamaba al menos limpieza y aire limpio en los espacios callejeros destinados a los cajones y tenderetes que conformaban el antiguo Mercado de San Antón. Era esto una necesidad imperiosa que debía de ser atendida sin más dilación. 

Solamente algunos escasos pedazos de las calles que formaban el Barrio de Pelayo gozaban de algunos beneficios. Las calles en mejores condiciones eran: Arco de Santa María, Gravina, Pelayo, y Travesía de San Mateo, siendo esta última la mejor dotada. Conformaba esta Travesía la calle de Santa María la Vieja y la de los Panaderos, antiguamente allí se encontraba el Oratorio de San Mateo. 
Fue famosa esta calle por varios tumultos y acontecimientos revolucionarios de nuestra Historia Contemporánea tales como el de 1836, cuando en ella se libró el sangriento combate entre el Regimiento de la Guardia sublevada y las fuerzas leales a Isabel II. Igualmente, años más tarde, durante el levantamiento de mayo de 1848  se volvieron a colocar en ella barricadas y hubo tiros y cañonazos; y ya en 1854 con la Vicalvarada aquí se colocó el Regimiento de Luchana y volvió a correr la sangre. Como se puede comprobar, y rindiéndonos a la evidencia histórica,  fue la de San Mateo por su particular localización en la capital una calle muy revolucionaria y sangrienta. 

En líneas generales estas calles del Barrio de Pelayo adolecían, además de las deficiencias ya comentadas, de un alumbrado raquítico y pobre, jamás corregido por el inoperante ayuntamiento madrileño, inmerso siempre en chanchullos y tejemanejes con las compañías del alumbrado público. Con el tiempo, la situación se hizo insostenible; las quejas del vecindario cada vez más ninguneado pasaron a ser una constante. Desde "El Liberal" sus redactores y la dirección se sumaron a las justas peticiones de los vecinos y lo expresaron de la siguiente manera: 

" Por eso no cesaremos de pedir como solicitan los vecinos del Barrio de Pelayo que haga el Ayuntamiento menos política, menos parlamentarismo, menos proyectos caprichosos y más, mucha más administración."   

¿Realmente sirvió para algo todo este ruido mediátíco y las constantes quejas del vecindario del Barrio de Pelayo? Me temo que no. Las cosas siguieron como siempre durante muchísimos años. Por ejemplo os diré que el mercado de San Antón permanente, de hierro forjado que exigían aquellos comerciantes y vecinos de finales del XIX no se hizo. Durante muchos años siguieron con los tenderetes  y los cajones en plena calle. Habrá que esperar hasta 1945 - ¡¡Casi ná !!  Pocos cambios hubo justo antes de la llegada de nuestra familia al barrio allá por 1916.     

Como decía mi abuela Esperanza: "No hay nada nuevo bajo el sol". Los problemas vecinales continúan; las quejas y reclamaciones al Ayuntamiento por parte de los vecinos madrileños, da igual de que barrio se trate, siguen hoy en pleno siglo XXI, estando a la orden del día. A pesar del tiempo que ha transcurrido desde la publicación del artículo de "El Liberal" hasta hoy - y mira que no es poco;  y contradiciendo aquella famosa canción de "Presuntos Implicados" tengo que deciros: ¡¡QUE POCO HEMOS CAMBIADO!

POST ESCRIPTUM: No todos los hermanos Carbonell Pardo vivieron en la calle Pelayo, ni años después en la de Góngora, tan solo los pequeños y alguna de las chicas. Nuestro bisabuelo Jaime Domingo, el mayor de todos, por ejemplo se casó en 1912 en la famosa Iglesia de Santa Teresa y Santa Isabel con nuestra bisabuela María Luisa Diviñó Sútil y lógicamente formaron un hogar a parte. Creo que permanecieron un tiempo en Chamberí para  mudarse después a la calle Jerónima Llorente, distrito de Tetuán de las Victorias, dónde nacería el abuelo Ángel en 1919...  Pero eso ya es otra historia.     

lunes, 23 de septiembre de 2024

PASEANDO POR EL VIEJO MADRID (segunda parte)

 Jaime Domingo Carbonell Pardo



En la entrada anterior, comentamos y desglosamos detalladamente la hoja del Padrón Municipal de 1910 de Madrid y llegamos hasta la titular del negocio familiar de simones que nuestros antepasados tenían por aquel entonces, nuestra tatarabuela Magdalena. Aquí nos detuvimos entonces. En esta nueva entrega continuaremos con los habitantes de aquella casa del Barrio de Chamberí. Seguimos con el bisabuelo Jaime Domingo Carbonell Pardo, quien vino al mundo el día 25 de julio de 1887, día de Santiago Apóstol, motivo por el cual le llamaron Jaime. Nació en Madrid en la famosa calle de Arlabán, en el  número 3, cuarto principal, rúa que antiguamente se llamó el Callejón de los Gitanos, sita en pleno Barrio del Congreso, ubicada justo detrás del mismo.

Fue Domingo, como todo el mundo le llamaba, el mayor de seis hermanos y como ellos (los varones), y su padre, el tatarabuelo Antonio, se empleó en el duro oficio de cochero y a él dedicó toda su vida laboral, la cual comenzó, como ocurría antes, quizás demasiado pronto; no obstante en la hoja del Padrón de Madrid de 1910 figura como "militar" y no como cochero. Lógicamente esta clasificación laboral tan atípica  responde a  una sencilla razón: el bisabuelo se encontraba en aquellos momentos haciendo el servicio militar; que por entonces duraba nada menos que tres años. En 1910 tenía el bisabuelo 23 años por lo que debía de estar ya en el último año de mili.

Lola Carbonell Pardo

Sigue la hoja del Padrón Municipal de 1910 con los hermanos del bisabuelo Jaime: Dolores Carbonell Pardo (Lola), nacida en la misma casa que su hermano mayor el día el 8 de abril de 1891; de profesión "sus labores", y como el resto de su familia "sabe leer y escribir". 

Seguidamente tenemos los datos del siguiente hermano, otro cochero: Joaquín Carbonell Pardo, quien vino al mundo el 30 de noviembre de 1892, por aquel entonces la familia ya vivía  en la calle Alcalá, número 23, cuarto tercero. Fue el segundo de los hijos varones de Antonio Carbonell Ribera y Magdalena Pardo Montolio. De él poco o muy poco sabemos a día de hoy, aunque se conserva su foto de boda con Manolita, de quien desgraciadamente desconozco sus apellidos y filiación familiar. El Padrón recoge los datos sobre la soltería de Joaquín en 1910, su profesión de cochero y su alfabetización o nivel de instrucción pues como bien se indica "sabe leer y escribir". 
El siguiente registro es el de Juana, nacida el 8 de enero del año 1895, su alumbramiento fue también en la castiza Calle de Alcalá, en el número 23. En 1910 era todavía soltera, de profesión "sus labores",  y sabía leer y escribir. Sigue a Juana su hermano Antonio Carbonell Pardo, de quien conseguí hace muchos años, en el Registro Civil de Madrid, su Certificado de Nacimiento. Una pena no tener su foto, pues de los seis hermanos Carbonell Pardo es la única que me falta. De momento no he podido ponerle cara. Fue el pequeño de los chicos. vino al mundo el 8 de octubre de 1897. Nació como sus hermanos en el domicilio familiar de la calle de Alcalá. Aunque en 1910 era un niño de 13 años ya figura como cochero al igual que sus hermanos mayores, algo más que previsible, máxime teniendo en cuenta que sus padres eran industriales y como ya se apuntó regentaban una pequeña empresa familiar de simones.
 
Isabelita Carbonell vestida de Fallera

Y ya para finalizar la nómina tenemos los datos personales de la pequeña de la casa: Isabel Carbonell Pardo, quien nació el día 26 de junio de 1900 en Valencia. Este último dato resulta muy lógico pues nuestra familia emigrada aquí a Madrid tuvo siempre contacto con sus familiares de la "terreta"  e iban y venían de Madrid a Valencia y viceversa con cierta regularidad. Los Carbonell Pardo jamás olvidaron sus raíces valencianas; y aquí estoy yo muchos años después, como descendiente suyo que soy,  para honrarlos a todos, dando testimonio de ello y sintiendo igualmente su incondicional amor por Valencia y naturalmente por mi querido y castizo Madrid.
 
Juana Carbonell Pardo. Foto de Boda

Pasemos ahora a comentar una serie de curiosidades sobre el oficio de cochero, sus vicisitudes y singularidades. Sin duda todo ello os pondrá sobre la pista de cómo era aquella realidad cotidiana del Madrid de principios de siglo XX; si bien, para ser sinceros, habría que advertir que algunas cosas ocurrieron un poco antes.           

Como se dijo en la entrada anterior, era la profesión de cochero muy común entre los valencianos emigrados a la Corte al igual que la de horchatero o "aguaducheros" que eran los dueños y empleados de los aguaduchos, kioscos muy populares donde se vendía y despachaba agua de cebada y horchata, tan numerosos en aquel Madrid castizo y hoy prácticamente desaparecidos. Al igual que ocurría con otros oficios la procedencia geográfica importaba y mucho en aquel viejo Madrid. Me viene a la cabeza el caso de los serenos de Madrid, profesión típica de asturianos y gallegos; o el de las nodrizas y amas de cría, que eran todas del norte de España porque de allí procedía sin discusión posible la mejor leche de nuestro país y esta creencia se extendió a las amas de cría, de tal forma que las mejores consideradas y mejor pagadas procedían de Santander y Asturias. 

No era la profesión de cochero un oficio cualquiera, no todo el mundo servía para este sacrificado trabajo. Ya desde 1860 el Ayuntamiento de Madrid recogía en su Reglamento la condiciones que debían acreditar los cocheros, tales como su  honradez y su moralidad intachable, además de la aptitud e inteligencia suficiente para conducir correctamente al caballo y su carruaje. Para ejercer de cochero en Madrid se requería una experiencia mínima de seis meses de servicio y tener al menos 18 años, aunque este último punto, como ocurría con otros, no se cumplía en la práctica porque los chavales empezaban a trabajar a los 14 o 16 años, sobre todo si la empresa era familiar. 

Madrid, como el resto de capitales europeas, no escapó al estrecho control impuesto por las corporaciones estatales y municipales sobre el alquiler de los coches de caballos y su tránsito, que debía de ser cuando menos regulado. El ansia fiscal de las autoridades lógicamente estaba detrás de aquellas concesiones, licencias, regulaciones e impuestos que tuvieron que abonar religiosamente los transportistas madrileños de entonces. 

El control se generalizó y se impuso como una forma efectiva de garantizar el cumplimiento de los diferentes  reglamentos que fueron apareciendo; y favoreció el cobro de las tasas e impuestos que la Administración, una vez más, se sacó de la chistera. Así por ejemplo, en Madrid se hizo obligatorio el registro de los industriales o dueños de cada empresa de transporte urbano y de sus empleados. Igualmente se fijó un control sobre los coches que circulaban por las calles, los cuales debían de llevar pintado el número de licencia en la testera y en los faroles. Los cocheros tenían la obligación de informar al cliente sobre la tarifa del servicio. Esto lo hacía gracias a un cartel colocado en el interior del carruaje, siempre en lugar bien visible. 

Del mismo modo, las autoridades fijaron también un estrecho control sobre la conducta y comportamiento de los cocheros: el escándalo, la embriaguez continuada, y la ineptitud en el manejo y conducción del carruaje eran faltas graves que se apuntaban en una libreta para dar parte, y el cochero podía perfectamente ser expulsado del "gremio", sobre todo si estas circunstancias se daban  juntas. 

¡¡ Cómo me hubiera gustado haber conocido al bisabuelo Jaime o alguno de sus hermanos !! ¡¡ La de anécdotas e historias que me habrían contado !!  A ver si inventan ya la máquina para viajar en el tiempo, me doy un garbeo en ella por aquel viejo Madrid y a la vuelta os lo cuento.